domingo, 14 de abril de 2013

Ignacio Domeyko padre de la minerología

Ignacio Domeyko

Una vez hechos los contactos con el enviado chileno, Ignacio Domeyko viaja a La Serena, desechando otras ofertas de trabajo que ya tenía. Domeyko tuvo que sortear la Cordillera de los Andes para poder llegar a Chile, atravesando el llano de La Calavera, llegando finalmente al valle del río Juncal y pernoctando en Ojos de Agua, cerca de Guardia Vieja. Finalmente llegaron a La Serena el 3 de junio de 1838, habiendo salido de París el 31 de enero del mismo año. 

Todavía no finalizaba 1838 y Domeyko ya comienza a montar la escuela técnica de La Serena, en la cual impartió ramos de química y física experimentales, para más tarde incorporar la metalurgia, mineralogía y geología, formando así a la mayoría de los profesores que luego enseñaron en las escuelas de minas de La Serena y Copiapó.

Durante sus periodos de vacaciones, don Ignacio realizaba excursiones geológico-mineras a la región de Atacama, particularmente a Copiapó, ya que sus recientes descubrimientos de yacimientos de plata eran sin duda, una tentación muy grande. Y así recorrió los otrora grandes minerales que dieron prestigio y riquezas a todo Chile: Chañarcillo, Tres Puntas, Chimberos, Punta del Cobre y muchos más, de los cuales recolecto sus mejores minerales y los donó al Liceo de La Serena, a la Escuela de Minas de París y a la Universidad de Krakow en Polonia. 

Don Ignacio se compenetró con la historia minera de la región copiapina, escribió en su diario: “Se notan tres épocas en el progreso que ha hecho; la primera corresponde al descubrimiento de las principales minas de oro, en que no se explotaba aun ni la plata ni el cobre, la segunda empieza con las minas de cobre y la tercera data del descubrimiento de las minas de Chañarcillo”. Don Ignacio Domeyko también hizo anotaciones en su diario sobre la realidad copiapina de aquel entonces “La ciudad de Copiapó cuenta con 10 a 12 mil habitantes de todas las nacionalidades: franceses, alemanes, yanquis y emigrados de diferentes partes de América española, especialmente cuyanos. Los chilenos no forman sino la mitad de la población de las minas. Si alguno de ellos se enriquece por casualidad, abandona la provincia para instalarse en otra parte más agradable. Pero por uno que tiene suerte, hay doscientos, trescientos mil, que trabajan toda la vida, sufren y mueren en la miseria. El carácter de la ciudad y de los habitantes me impresionaron agradablemente, la primera vez que veía una sociedad y un pueblo sin agricultura, sin vecinos, sin tradición, ni ideas hereditarias que unen a las gentes, cuyo objetivo único y principal es la riqueza…Las gentes no piensan mas que en las minas, no se busca al prójimo sino por su dinero, sus brazos, su fuerza. Las calles llenas de polvo; las casas siempre silenciosas, pocas mujeres y niños. La plaza delante de la Municipalidad, el cuerpo de guardia y los milicianos delante del tribunal y receptores; los procuradores, planchas de abogados en las paredes y policías. En las calles, restaurantes. En las casa privadas no se oye hablar sino de minas, de plata y de pleitos”.

Don Ignacio Domeyko no solo visitó la región copiapina, sino que también el sur de nuestro país, y fue el, en el año 1842, que exploró la alta cordillera de Rancagua, llegando, luego de innumerables esfuerzos y riesgos mortales a la cumbre del cerro llamado “El Teniente”, donde encontró un ancho boquete y una saca, extraída en tiempos ancestrales. En su diario escribe lo siguiente: “…la mayor parte del cerro es de caolín y de brecha porfídica; más cerca de la mina hay una mancha de feldespatos no estratificados, apareciendo en ella, a trechos, partículas dispersas de piritas…”, esta descripción corresponde a la gran zona de alteración de la futura mina que William Braden puso en marcha a principios del siglo pasado (Mina El Teniente).

Pasado un año luego de este episodio, don Ignacio Domeyko vuelve a realizar una gira de estudios por la región copiapina, esta vez encomendada por el ministro Manuel Montt, el cual asignó cierto dinero para gastos de viaje, este incluyo no solo los ricos minerales de aquella época (particularmente Chañarcillo), sino que se extendió hasta el limite oriental de Atacama con Argentina (en plena Cordillera de los Andes). 

“…me propuse pasar los días de descanso…con el objetivo de estudiar la formación de los cerros y la naturaleza de las substancias minerales de que abundan; y las observaciones que hacia de cada uno de estos periodos, aunque incompletos y parciales, me facilitaron sucesivamente los medios de generalizarlas y familiarizarme en el estudio de la geología del país; estudio difícil y apenas tocado por muchos viajeros que tocaron estas comarcas. Las muestras que por otra parte recogía y los minerales que me obsequiaban los mineros, ocupaban la mayor parte de mi tiempo…en ensayarlos y analizarlos con el auxilio de mis alumnos, cuyas manipulaciones me han hecho descubrir varias substancias desconocidas y reconocer las que son comunes a este y demás hemisferio…”. 

En 1847 es nombrado profesor de mineralogía de la Universidad de Chile, para luego en 1867 convertirse en Rector de esta universidad. A pesar de su nuevo cargo, el profesor Domeyko vuelve por tercera vez a Atacama y por cuarta vez a Chañarcillo y hace valiosos informes acerca de este mineral, el cual lo sigue asombrando por su aparente eterna riqueza (mas de cuarenta años de explotación). 

Sus excursiones geológico-mineras y de estudio por gran parte de Chile lo transformaron en uno de los grandes conocedores de la geología y minería del país, especialmente del mineral de Chañarcillo y el cual a través de sus libros e informes (como su completo estudio sobre las fuentes termales de Chile, estudios hidrológicos de Santiago, ensaye de minerales, etc.) difundió al país y al mundo científico sus múltiples experiencias. 

Su fallecimiento el 24 de enero de 1889, deja a Chile un legado que sirve y sirvió de guía para las pasadas, presentes y futuras generaciones de geólogos, ingenieros en minas y especialidades afines. 

Como muestra de aprecio al profundo legado en las ciencias de la tierra, varios fueron los homenajes hacia este sabio. Por ejemplo, el naturalista Claudio Gay nombro como “Viola Domeykoana” a una especie de violeta descubierta por el en Chile, así también los paleontólogos franceses Srs. Bayle y H. Caquand nombraron “Amonite Domeykanus” a un amonite que don Ignacio había encontrado en el trayecto El Molle-Chañarcillo, el cordón cordillerano que se extiende entre las regiones de Antofagasta y Copiapó “La Cordillera de Domeyko”, el pueblo minero ubicado al sur de Vallenar y la sala de mineralogía y paleontología del Museo Regional de Atacama de Copiapó entre otros mas. 


Bibliografía: - Álvarez, O., 1980. Atacama de Plata, Chile, 270 p. - Zauschquevich, A., 1987. “Nanogésimo Aniversario del Fallecimiento del Sabio Polaco Ignacio Domeyko y su Contribución Al Desarrollo Científico de Chile”, Revista Informativa de la Facultad de Ingeniería de la Universidad de Atacama, Nº 2, p. 7-10. 

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